Wednesday, July 3, 2013

Julio Cortázar, su narrativa y el sentir latinoamericano


Julio Cortázar, un argentino que pertenece al Boom literario latinoamericano, nació en 1914 en Bruselas. De padres argentinos, creció en Argentina porque su familia volvió a su patria cuando él tenía 4 años de edad. Allí hizo su carrera universitaria de educación con especialidad en literatura. Desde los 20 años de edad, él enseñó, primero en las escuelas secundarias y en la Universidad de Cuyo entre 1944 y 1945. Sin embargo, en 1945 renunció a su puesto en protesta de las violaciones cometidas por el régimen de Juan Domingo Perón y se trasladó a Buenos Aires donde comenzó a dedicarse a escribir cuentos. En 1951, Cortázar se trasladó a París donde vivió hasta su muerte en 1984 y trabajó como traductor de UNESCO. 


A partir de los años 50, se hizo reconocido entre la crítica literaria y un público de lectores europeos y después en Latinoamérica. Esta época productiva coincide con el Boom Latinoamericano que dio paso al reconocimiento de la literatura latinoamericana y apoyó a Latinoamérica en su búsqueda de identidad. Sus cuentos Axolotl (1956) y Graffiti (1981) son dos representaciones de la literatura hispanoamericana que cruzan la frontera y retrata lo universal, desde la perspectiva de un latinoamericano y la cosmovisión pertinente al continente. Inspiradas por lo que era la propia Hispanoamérica, su historia y cultura; las dos obras de Cortázar reflejan los sentimientos sociales y las observaciones del autor dentro de sus épocas respectivas. Al analizar Axolotl y Graffiti, se descubre un sentir de la narrativa latinoamericana[1].


Los axolotl, desconocidos en la realidad, son una especie de seres marinos mexicanos que llegan a tener mucha importancia para el narrador de Axolotl. Cada día el narrador, quien es el protagonista, vuelve al acuario para visitar a los axolotl que lo encantaron. Analizando la descripción de los axolotl en el discurso del narrador y la creación de una alegoría sobre una sociedad marginalizada a través de diferentes representaciones físicas de los axolotl se revela la técnica de Cortázar para transmitir el sentir de un tiempo como el cual vivió como exiliado argentino en París. Un fragmento de la descripción de los axolotl, a la cual está dedicado mucho del discurso, brinda el contexto necesario para entender la alegoría que nos muestra Cortázar a través del narrador.


Los rasgos antropomórficos de un mono revelan, al revés de lo que cree la mayoría, la distancia que va de ellos a nosotros. La absoluta falta de semejanza de los axolotl y el ser humano me probó que mi reconocimiento era válido, que no me apoyaba en analogías fáciles. Sólo las manecitas… Pero una lagartija tiene también manos así y nada se nos parece. Yo creo que era la cabeza de los axolotl, esa forma triangular rosada con los ojillos de oro. Eso miraba y sabía. Eso reclamaba. No eran animales.

El lenguaje que emplea Cortázar en cuanto a la descripción de los axolotl es muy preciso en cuanto a las atribuciones humanas que tienen los axolotl que no son precisamente físicos. Este hecho se justifica con la capacidad racional que les da a los axolotl de no representarlos como simples “animales”. Dentro del acuario de los axolotl hay un mundo que los seres humanos—los extranjeros—pueden entrar y son capaces de entender.  


La capacidad racional y las características antropomórficas dan paso a la alegoría sobre una sociedad marginalizada que crea Cortázar. 


El horror venía—lo supe en el mismo momento—de creerme prisionero en un cuerpo de axolotl, transmigrado a él con mi pensamiento de hombre, enterrado vivo en un axolotl, condenado a moverme lúcidamente entre criaturas insensibles.

Después de una elipsis en la escena inicial, el narrador advierte, “Ahora soy un axolotl,” y su metamorfosis se lleva a cabo en la complicación del cuento, teniendo un sentido alegórico. Los axolotl están atrapados inmóviles en el acuario  como el narrador mismo se siente atrapado dentro de su sociedad. La alegoría sobre una sociedad marginalizada muestra una representación de la sociedad europea donde una voz extranjera hispanoamericana se siente marginalizado y se hace sumamente consciente del cuerpo que no puede escapar y la identidad que lo distingue en una ciudad francesa. El narrador se identifica con los axolotl, que simbólicamente pertenecen a México, dentro de una sociedad que no les entiende y que está llena de hombres “insensibles[2]”. La conciencia de estas distinciones es represiva y lo hace a uno inmóvil dentro de la sociedad que lo rodea. Su cuerpo, alegóricamente está preso y su mente encuentra paz en la conciencia de un axolotl que comparte su situación. Los axolotl, comparten su pensamiento de hombre, lo que unifica la humanidad de ambos pero es lo que el narrador no puede compartir con la sociedad. Los axolotl representan, entonces, una sociedad marginalizada que no reciben el trato digno del ser humano, sino el de los animales. Por eso, Axolotl transmite el sentir de una profunda soledad y una ansiedad que encuentra un hispanoamericano viviendo afuera de su continente. 


Por otro lado, Graffiti, transmite un sentir particularmente pertinente a los países hispanoamericanos dentro de las dictaduras. Cortázar crea una historia ficcional basada en los relatos y sentimientos del narrador y manifestada a través de los dibujos de tiza que hace el narrador clandestinamente por la ciudad. Él se escapa de su realidad a través de los dibujos que, para él, contienen la libertad y esencia de la vida que no se permite en su sociedad. El grafiti descrito como tal en el cuento no es para transmitir un mensaje político, sino para representar la necesidad de observar lo que lo rodea a uno, criticarlo y actuar por consecuencia de ello. 


Simplemente te divertía en hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término graffiti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo hubiera borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de qué lado estaba varadamente el miedo; quizá por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.

En la realidad opresiva con la cual se enfrenta el narrador, él se rebela contra la represión sin ningún motivo ideológico. Hace una crítica sobre la confusión que existe en la sociedad entre los campos ideológicos que ya no son coherentes y chocan con el impulso del ser humano para expresar sus propios pensamientos. Esa rebelión, que consiste en dibujar donde se prohíbe, lleva el mensaje implícito que es la necesidad de pensar. Los dibujos representan los pensamientos que van en contra aceptación de la realidad y son observados, revisados y premeditados antes de que se expresen en las paredes de las esquinas oscuras de la cuidad. Pensar a veces es la acción correcta y lo más necesario para confrontar los defectos de la sociedad y superar la tendencia de conformarse y dejarse llevar por el miedo. Otro aspecto de la cita colocada es que el narrador utiliza la segunda persona y sigue utilizándola en la mayoría del cuento. Esta técnica se utiliza porque el cuento está dirigido a otro personaje, una mujer. Por eso, el discurso logra transmitir los sentimientos y las acciones de dos personas que comparten el mismo dolor y frustración. El narrador puede proyectar estos sentimientos a la mujer y demostrar la universalidad del sentir que también es particular de su escenario latinoamericano.


A través de los dibujos el narrador y la mujer llegan a tener una especie de relación abstracta. En los dibujos que ella deja a lado de los suyos como si fueran comentarios para el narrador, él vive una profunda existencia aparte de su realidad que reprime su expresión y condena la reflexión. Sin embargo, esa misma existencia está formada por la realidad y surge como consecuencia de ella. Como si pertenecieran a una parte del narrador que no puede llegar a definirlo, los dibujos crean un mundo aparte de la realidad social en la cual viven los personajes. Los dibujos se convierten en las protagonistas porque a través de ellos hay dialogo, expresión y reflexión que no se realizan en la realidad sino en un nivel existencial que la realidad rechaza. 


Por eso, a través de los dibujos el narrador llega a tener sentimientos por la mujer. Quiere encontrarse con ella y le tiene afecto porque los dos piensan similar, luchando contra la misma situación social. El afecto que tiene por la mujer desconocida desenlaza en una tragedia donde ella está arrestada cuando la pillan dibujando una “respuesta” al dibujo del narrador.


De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.

Al perder el dialogo y a la mujer, el narrador comienza a internalizar todos sus pensamientos, perdiendo también su medio para expresarse y rebelarse contra la injusticia con que se enfrenta. Por lo tanto, su existencia en la realidad se oscurece y la parte expresiva dentro de él desaparece con la mujer, convirtiéndose en un amargo remordimiento que tiene que imaginar una realidad distorsionada para consolarse. No alcanza a ser la persona que se puede identificar como quiera, ni siquiera un espejo le revela quién es tanto como los dibujos que tampoco pudieron ser reconocidos como parte de él. 


En conclusión, la narrativa latinoamericana ejemplificada por Cortázar lleva los sentires de soledad, ansiedad y frustración ante la sociedad. Creando mundos marginalizados y no reconocidos dentro de las realidades de los personajes, Cortázar retrata las luchas de Latinoamérica que corresponden con su identidad. Él trata lo universal, su técnica logra que las narraciones se trasladen también a, “…la misma realidad cotidiana que comparte el lector con los personajes[3].” Los narradores en cada cuento dejan de ser por sí mismos y abren espacio para que en el cuento se active los sentires dentro del lector y estimule la reflexión de poder aceptar la invitación de los narradores de entrar en sus zapatos. En Axolotl, el narrador deja su cuerpo y se hace axolotl y el lector puede llenar con su conciencia el cuerpo vacío para observar a los axolotl y conectarse con la conciencia del lector. Similarmente, en Graffiti, el empleo de la segunda persona también sirve para invitar al lector a sentir lo que experimenta el narrador en su rebelión reflexiva. Es decir que dicha técnica proyecta en el lector lo que sienten los personajes interactuando a través de los dibujos porque no queda absolutamente claro, hasta el fin del cuento, indicado en la cita anterior, que toda la narración sea dirigida a la mujer.





[1] Chang R., Raquel, Malva E. Filer. Voces de Hispanoamerica: Antologia literaria, 441-443. Boston: Heinle & Heinle Publishers, 1987. 
[2] Ver  cita del texto arriba. 
[3] Loc. cit.

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